¡Que ya te
dije que no!
Y tus caprichos no
acepto.
No importa que me dejes de
hablar,
no me importa que te pongas
molesto,
aunque me cuelgues la
cara,
aunque me hagas
sentimiento,
mi permiso no he de darte,
antes…antes, te lleno
de cueros.
Tanto dinero gastado,
tanto esfuerzo, tanto
estudiar:
La primaria, la secundaria,
la preparatoria,
que cursos aquí, que
cursos allá.
Tanta hablada de tu parte,
tantos sueños construyendo:
Que ibas para médico, que
no,
que mejor licenciado,
que ibas para político
o tal vez para ingeniero.
Y ahora que estás como
chiflado,
o loco te estás volviendo,
me sales de babosote, con
la idea de ser maestro.
¿Qué no te va a dar vergüenza
de rebajarte tan feo?
¿No te va a dar pena
de bajar a tal empleo?.
Maestrito…¡Que gran cosa!
Uy... qué dignidad, que
porvenir,
que importancia…que
abolengo.
Mira nomás. Maestrito de
escuela.
Un torpe. Un bueno para
nada.
Haragán, Irresponsable.
Vago. Majadero.
Un flojo al que solamente
le gusta el dinero.
Maestrito….¡mitotero!
A ver. ¿Qué
les vas a enseñar a los niños?
. Si ni siquiera sabes
cantar.
Mucho menos contar un
cuento.
Maestrito,
si así como vistes,
solamente vas para cirquero.
¡Que normal ni que ocho
cuentos!.
Definitivamente no.
No quiero que seas
maestro.
Antes, te llevo al
campo, para que seas jornalero,
pa que el sol te de bien
fuerte
y te hagas fuerte y prieto.
Sí…así me dijo mi
padre.
Y yo, que mucho lo quiero,
bajé la frente y salí de
casa diciendo:
---Está bien padre. Estoy
de acuerdo.
Haré lo que usted diga.
De verdad, se lo
prometo,
pero ya no esté enojado,
no sea que le vaya a hacer
daño.
Ya no se enoje, haré
lo que usted diga…
Seré licenciado o ingeniero.
Entonces salí,
vagué por las calles,
por las huertas,
por el jardín, por la
placita, por la iglesia,
pasé por una escuela
y miré a muchos niños sin maestros.
También miré a los peones
descalzos,
sudorosos, sin aliento,
poniendo sobre un
papel, solamente la huella de su dedo.
También vi a las
mujeres sin huaraches,
cargando la leña del
cerro,
y esos niños…
esos niños hurgando entre
los basureros.
Recogí entre mi alma,
a esa gente de mi pueblo,
a esa gente sin fortuna,
sin redención,
sin consuelo y los
metí,
los metí aquí dentro,
en mi corazón,
en mis entrañas, en
mi cerebro.
Les di parte de mi
conciencia y me confundí con ellos.
Allí, frente a esos niños
enfermos,
pensé que eran unos
angelitos
despreciados del cielo.
Miré que no tenían alas,
los miré casi sin cuerpo.
Angelitos sin hogar, sin
virgen,
sin padre nuestro.
Y entonces pensé: Si me
aferro a ser licenciado,
médico, contador o
ingeniero,
¿Cómo iba a despertar la
conciencia de mi pueblo?...
¿En qué los voy a ayudar
siendo licenciado?
Tal vez no podría darles
amor,
justicia o palabras de
consuelo.
No podría yo ofrecerles
gran cosa, para calmar su tormento.
Entonces volví a mi
hogar.
Todo lo tenía resuelto.
Llamé a mi padre y le dije:
--Padre, yo a usted mucho
lo respeto.
Comprendo sus ansias,
sacrificios y sus sueños.
Pero hoy, quiero que me
escuche,
por favor, solo un
momento.
Si quiere que yo sea feliz,
si quiere de verdad que
sirva a mi pueblo,
si usted quiere que
colabore para mejorar a mi México,
si usted quiere que
dedique mi vida en lo que más quiero,
por favor, papá, se
lo suplico.
Deje que sea feliz con mis
niños en la escuela,
deje que mi vocación se
torne en mis clases y recreo.
Yo quiero ser lección
de amor,
quiero que mis palabras
sean versos,
que sea yo lucero con mis
palabras del alfabeto.
Deje que sea manantial,
para saciar la sed de mi pueblo.
Déjeme sufrir, déjeme
luchar.
Déjeme vivir con el
pueblo para educarlos,
para construir un colegio.
Deje padre que luche, déme
su permiso,
se lo ruego.
Quiero sembrar esperanzas,
quiero construir anhelos,
quiero formar una escuela,
una escuela a los
cuatro vientos.
Una escuela de libertad,
donde haya luz y cantos nuevos.
Déme permiso papá, que sea
un maestrito de pueblo.
Quiero marcar programas
justos,
quiero trazar caminos
nuevos,
deje que siembre la mies,
deje que propicie el
vuelo,
el vuelo de esa
águila que parece no tener alas, ni aliento.
Usted ya ve, mi hermano es
doctor,
el mayor es ingeniero,
ellos, han formado en
su ingratitud,
un mundo diferente, de
explotación,
de egoísmo, de lujos y de
dinero.
A ver ¿Dónde están
ellos?
Si de usted ya se han
olvidado,
si ya no vienen al pueblo,
su mentalidad burguesa ha
cambiado
¿Por qué no han
venido a verlo cuando se pone enfermo?
Por favor papá, se lo
suplico, déjeme que sea maestro.
Mi padre se quedó pensando.
Y después de un gran
silencio, me abrazó y me dijo:
---Sí muchacho, te
comprendo.
Me has abierto los ojos.
Anda, ve a luchar hijo mío,
que aquí estaré
esperando tu regreso.
Sé que traerás, muchas
cosas logradas
con fe y con empeño.
Cuando vuelvas hijo mío,
vamos a estar muy
contentos,
y tal vez se llenará esta
casa,
con tu amor y los gritos de
tus pequeños.
Si aquí no me
encuentras ya,
yo sé que tendrán ese
consuelo,
de volver a esta tu casa,
y de volver a tu
pueblo.
Sé que vendrás a verme,
sé que vendrás por este
viejo
y querrás con toda tu alma,
enseñarme el alfabeto.
Si aquí no me encuentras
ya,
ve a buscarme al
cementerio.
Y allí, solitos los dos,
encerrados en el silencio,
me contarás de tus afanes,
de tus sueños logrados,
de tus sencillas tareas,
de tus éxitos, de tus
progresos.
No me traigas flores hijo
mío,
sé que no me las merezco,
ni cruz, ni nada. Solamente
quiero tu recuerdo.
Anda hijo mío. Vete ya.
México espera tu
esfuerzo.
Te espera el hombre
ignorante,
te esperan los niños
macilentos,
yo aquí me quedo
esperando, con orgullo verdadero.
Anda hijo mío, vete
ya.
Que si de momento muero,
voy a gritar con orgullo,
voy a gritar a los cuatro
vientos:
¡MI HIJO!…¡MI HIJO!
¡ES UN MAESTRITO DE PUEBLO!